Cualquiera que conviva con un perro tiene la sensación de que su mascota entiende sus palabras.
No es una ilusión provocada por el cariño. O no del todo. Diversas investigaciones han demostrado en las últimas décadas que estos animales son la especie que mejor entiende el lenguaje humano. No en vano, los perros llevan con nosotros muchos miles de años, y han evolucionado en estrecha conexión con las personas.
Ahora, una nueva investigación ha confirmado esta capacidad canina, y ha aportado un dato sorprendente: si quieres que tu cachorro te escuche y deseas educarlo, tienes que hablarle de una forma muy similar a la que emplearías para dirigirte a los bebés.
“¡Ven aquí, ricura, cachorrín, bonito!”
No hablamos igual a los perros que a nuestros semejantes. Al dirigirnos a un can, por lo general empleamos palabras y frases más cortas y simples, y un tono más agudo.
Es lo mismo que hacemos con los niños muy pequeños, y tiene un objetivo: asegurarnos de que nos entiendan.
La investigación que nos ocupa, publicada en la revista Proceedings of the Royal Society B, revela que este tipo de tono se hace más agudo aún cuando nos dirigimos a los cachorros, y que eso es muy eficaz para llamar su atención y adiestrarlos.
El efecto resulta mucho menor en los ejemplares adultos, lo que sugiere que “el lenguaje humano para perros” es especialmente importante para los animales muy jóvenes, que necesitan aprender a relacionarse con las personas y descifrar el significado de algunas de sus palabras y expresiones. Es lo mismo que ha de hacer un bebé humano para sobrevivir.
Las voces del cariño
Para averiguar cómo reaccionaban los perros al lenguaje humano, el especialista en bioacústica Nicolas Mathevon y sus colegas de la Universidad de Lyon en Saint Étienne, Francia, grabaron las voces de 30 mujeres que miraban fotos de animales de distintas edades mientras leían frases como “¡Hola, bonito! ¡Ven aquí! ¡Muy bien! ¡Buen chico! ¡Ven aquí, cariño!”.
Después registraron las mismas frases mientras las participantes veían imágenes de personas. Como esperaban, el tono de voz cambiaba en la forma antes descrita.
Después pusieron estas grabaciones a diez cachorros y diez perros adultos de un refugio canino de Nueva York y filmaron sus reacciones. Nueve de las crías ladraban excitadas y corrían hacia el altavoz cuando oían las grabaciones dirigidas a perros, y mostraban menos interés por los sonidos destinados a humanos.
Curiosamente, los perros adultos exhibían la misma reacción ante los tres tipos de grabaciones (dirigidas a ellos –en un tono menos agudo–, a las mascotas o a personas): echaban una breve mirada al altavoz y enseguida caían en la indiferencia.
Los investigadores ignoran la causa de este fenómeno, pero Mathevon cree que los tonos agudos y exagerados que tanto gustan a los cachorros tienen una clara utilidad: captar la atención de los perritos y adiestrarles en el conocimiento de las emociones humanas, que les será fundamental para desenvolverse con éxito en los entornos en los que tendrán que vivir.
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